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El síndrome del nido ajeno

  • Redacción
  • 10 abr
  • 2 Min. de lectura

Osteoporosis

José Raquel Badillo Medécigo ­-Seudohumorista-


(04-10-2025)


En el fascinante mundo de la naturaleza hay aves con espíritu emprendedor… y otras con vocación de oportunistas profesionales. Las primeras, como la calandria, se esmeran en construir su nido desde cero, colgando sus obras maestras al final de una rama, hoy en día con la propagación de la contaminación, incluso con pedazos de cartón de rejillas de huevo —una arquitecta alada de admirable ingenio y con pico de albañil—. Las segundas, como el tordo, prefieren el camino fácil: encuentran un nido ajeno, tiran los huevos al vacío y dejan los suyos para que los empolle la otra ave. Estas, sin pudor alguno, han sido catalogadas por los etólogos como “aves parásitas”.


¡Que paradójico!, el hombre la castiga a la calandria de bello plumaje y de trinos musicales teniéndola en cautiverio en las jaulas…  en cambio, los tordos que son parásitos de plumaje negruzco y su piar de sonsonete, vive en completa libertad a pesar del daño que hacen a las demás especies. Así de injusto es el hombre avaladas con sus ambiguas leyes...


En la jungla urbana también hay “Ingenieros innatos cual calandrias” y “parasitismo habitacional como los tordos”.


En muchas colonias marginadas, familias enteras construyen sus hogares con lo que pueden: láminas, madera, cartones y toneladas de esperanza. Le apuestan al sacrificio y al sueño de que, algún día, las autoridades los volteen a ver y les lleven servicios básicos. Mientras tanto, se amarran la tripa, le hacen un agujero a su cinturón para que la ropa no le quede floja, estiran el gasto y viven entre el polvo… pero con dignidad y esfuerzo propio.


Otros, en cambio, se especializan en la estrategia del "nido ajeno". Ven una casa desocupada y, como si fueran aves buscadoras de calor, se meten, se acomodan y hasta colocan cortinas. El problema es que, en México, nuestras leyes a veces parecen escritas con tinta invisible. La propiedad privada, que debería ser sagrada, queda a menudo en manos del que llega primero… o del que grita más fuerte.

En Estados Unidos la cosa es distinta. La propiedad privada es casi religión. Recuerdo una historia ocurrida en Miami: un joven confundió su casa porque todas eran del mismo modelo. El dueño, al creer que intentaba robar, lo recibió a balazos. Trágico, sí… pero claro. Ahí no hay margen para el "me metí por error, joven juez". Por cierto, aquí hasta algunos partidos políticos han hecho creer que el derecho de la propiedad privada es inexistente y auspician las invasiones…


Tal vez sea momento de que en México empecemos a distinguir entre el que se esfuerza por construir su “nido” con dignidad y el que se quiere instalar en lo ajeno sin mover ni una pluma. Porque como decía el abuelo: “El que quiera casa, que empiece por juntar ladrillos, no llaves ajenas.”


(Aquino A. Prieto)

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