"La parábola del joven tuerto"
- Redacción
- 5 jun
- 2 Min. de lectura
Osteoporosis

José Raquel Badillo Medécigo
(Seudohumorista)
(06-05-2025)
¡Uno, dos, tres… tuerto es! ¡Ojo de cazador!
Francisco Rojas González, ensayista y narrador. Es considerado como uno de los cuentistas más importantes de la literatura mexicana del siglo pasado; en 1952 publica un libro titulado El diosero, que reúne una compilación de cuentos centrados en las culturas indígenas de México.
En el cuento de la "La parábola del joven tuerto" narra la vida de un joven que desde niño ha vivido con un solo ojo funcional, pero lo ha asumido con resignación, considerándolo un “lujo” prescindible gracias a su único ojo sano. Durante años, esta condición no afectó su vida cotidiana hasta que un día, al pasar frente a una escuela, un niño lo señala llamándolo "tuerto". Esa simple palabra despierta en él una conciencia dolorosa de su diferencia. Desde entonces, empieza a ver y escuchar como "tuerto", es decir, percibe el mundo a través de la burla, el desprecio y la hostilidad de los demás.
Acosado constantemente por los niños del pueblo, su actitud se transforma: pasa de la tristeza a la vergüenza, luego a la rabia. Sus reacciones violentas, lejos de calmar el hostigamiento, lo convierten en objeto aún mayor de burlas y apodos. Su madre, desesperada, intenta curarlo con remedios caseros y finalmente, como última esperanza, promete a la Virgen de San Juan llevar al muchacho a su santuario y ofrecerle un ojo de plata si obra un milagro.
Viajan al santuario y, por un breve momento, él experimenta la alegría de no ser señalado, sintiéndose parte de la multitud. Sin embargo, en un accidente trágico, una varilla de un cohete le golpea el ojo sano y lo deja completamente ciego. A pesar de la desgracia, su madre lo consuela diciéndole que ¡el milagro se ha cumplido!: que ya no es tuerto, pues ahora está completamente ciego, y por tanto, nadie podrá burlarse de él ya no le dirán "el tuerto". El joven, conmovido, acepta esta nueva condición con una sonrisa de resignación. Madre e hijo acuerdan volver al santuario el próximo año, esta vez a agradecer, llevando consigo un par de ojos de plata como ofrenda.
Sirva este célebre cuento para poner en contexto las peripecias que hace unos días vivieron los pasajeros que intentaban tomar sus vuelos a tiempo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Un pasajero refirió que usualmente de su domicilio al aeropuerto le toma unos cuarenta minutos. Sin embargo, en esa ocasión le llevó más de tres horas, debido al bloqueo que mantuvo la CNTE.
Este pasajero lamentó no haber optado viajar desde el AIFA. Lo cual aún con los bloqueos de la CNTE le quedaba a una hora veinte minutos.
Quedó demostrado que hay poco interés por la lectura, o que no saben capitalizar las circunstancias para catapultar las obras de la 4T, pues cualquier funcionario, incluso la presidenta Claudia Sheinbaum hubiese pregonado este hecho como un verdadero milagro.
¡Por vez primera el AIFA estuvo más cerca de los capitalinos…!
Habrá que ir agradecerle a la virgen de San Juan, ofrendándole un avioncito de plata…
(Aquiles O. Primo)
Lo que no dicen es que los capitalinos no son los unicos que viajan.