top of page

Adiós, y a Dios le pido que te vaya bien

  • Redacción
  • 16 jul
  • 2 Min. de lectura

Mente Lunera

ree

Andrea González


(07-16-2025)


Las despedidas genuinas que te hacen voltear antes de seguir caminando.

La vida, aunque sea un ciclo, está llena de comienzos y, con ello, despedidas.

El arte de decir adiós con manos alzadas y la mente llena de conocimientos... nosotros

nunca nos vamos a acostumbrar a saber despedirse de un lugar o de alguien que ya se

sentía conocido, que ya era rutina.

Pero tal vez el adiós no es pérdida, sino una puerta entreabierta. Una semilla que se desprende del árbol para buscar su propio suelo.

Porque irse no siempre significa soltar; a veces es elegir florecer en otro paisaje.


El adiós no es final, es tránsito. Movimiento. Es una pausa que contiene el suspiro del próximo "hola".

Hay ciclos que sólo comienzan cuando otro se cierra con dignidad, con alivio.

Decir adiós es confiar en que el universo aún guarda sorpresas para nosotros.

Es recordarnos que lo nuevo también puede ser una zona de confiar. Que lo desconocido no es enemigo, sino maestro. Y que no hay mapa más fiel que el deseo de avanzar.

Hay algo profundamente valiente en cerrar una etapa. No se trata de olvidar, sino de llevar lo vivido como brújula. Porque cada paso hacia adelante tiene raíces en lo que fuimos.

Aunque el corazón se llene de preguntas, la vida responde con caminos, con personas,

con momentos.


Nos despedimos con gratitud, con la promesa de seguir siendo. Con la certeza de que todo lo amado, de alguna forma, camina con nosotros.


Adiós, sí. Pero también bienvenido el cambio.


Bienvenida la nueva piel, el nuevo aire, la nueva historia.

Porque cada vez que decimos adiós, el universo reacomoda sus estrellas para

iluminarnos el inicio, tu inicio como el mío.


Comentarios


bottom of page