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Una bombilla incrustada en la cabeza

  • Redacción
  • 2 jul
  • 2 Min. de lectura

Mente Lunera

Andrea González

 

(07-02-2025)

 

Esa luz que, aunque titila, sigue viva.

 

“El último suspiro de la esperanza siempre se alarga”.

 

No importa en qué momento lea usted esto. Cuando nos sentimos al filo de la desilusión, del miedo, abandono, fracaso.

 

Existe una luz que no podemos concluir su forma o espacio en nuestra mente y esta realidad, aunque la creíamos lejos, perdida en el eco de nuestro auxilio, resurge del mismo abismo en el cual nos creamos perdidos. Resurge cual recuerdo de la niñez, de golpe. No todo está a la deriva, no todo se giraba alrededor de ese suceso.

 

Podemos sentir nuestros pulmones de nuevo, nuestro corazón ya no está en una caja de cristal soplado, ya es nuestro y está en nuestras manos como la decisión que nos deja la esperanza: de creer y avanzar en el proceso. Por más duro, complicado y engañoso, nos va a llevar a un punto que tanto deseamos.

 

A veces esa esperanza se disfraza de días, de una taza de café caliente, de una conversación inesperada, de una canción que suena en el transporte público justo cuando estamos por rendirnos. Y, a veces, se presenta como un silencio que no incomoda, sino que abraza. Hay días que la esperanza no grita, apenas habla.

 

Se esconde en las esquinas de las lágrimas, en el temblor leve de las manos cansadas, en ese segundo de pausa antes de dar el paso... y aún así el cuerpo decide seguir. Una mínima decisión de continuar también es esperanza.

 

¡Oh, esperanza!, por qué te dejé escapar de esa caja de Pandora, ahora habito más en ti que tú en mí.

 

Porque lo que parece pequeño, en realidad sostiene el universo interno: un "no sé cómo, pero sigo", un "esto tiene que cambiar", un "sigo aquí". Eso es lo que alarga el último suspiro. Eso es lo que lo convierte en el primero de una nueva vida.

 

Y si usted está leyendo esto desde la grieta, desde la sala oscura donde todo parece suspendido, recuerde: la esperanza es terca igual que uno y eso es lo más hermoso que tiene, que se asemeja a quien cree en ella.

 

Nadie más la puede sentir por uno mismo, es algo propio, íntimo.

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