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Un cuento dizque pachuqueño

  • Redacción
  • 17 jul
  • 2 Min. de lectura

Osteoporosis

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José Raquel Badillo Medécigo

(Seudohumorista)


Una historia basada en hechos reales.

Los nombres fueron cambiados para ocultar la identidad de los involucrados.


Personajes: Alberto Jorge y Leo Zipper

(Queda estrictamente prohibido pronunciar varias veces consecutivas el apellido ZIPPER)


En un ayuntamiento que no recuerdo

hubo una gran disputa colosal

de un alcalde que aceptó el reto

que hizo el dirigente municipal.


En la sociedad, había gran expectación, pues nunca los alcaldes antecesores habían aceptado un desafío de tal naturaleza.


Como en toda contienda, habría reglas y jurado, pues no se trataba de un pleito callejero, sino un reto de altura y sobre todo en buena lid.


El jurado estaba integrado exclusivamente por psicólogos y psicoanalistas.


Tanto Leo como Jorge deberían presentarse con dos juegos tradicionales. Posteriormente la segunda y última prueba consistiría en una ¡partida… de ajedrez”.


Jorge se presentó con un balero y un papalote; Leo llegó con un yoyo y una canica.


El público y los contrincantes esperaban que el jurado diera las instrucciones para que se retaran entre sí, con estos cuatro juegos -y juguetes- tradicionales-.


Sin embargo, ¡la actitud del jurado sorprendió a todos! Deliberaron a puerta cerrada durante largas y tediosas horas y salieron a dar el ansiado veredicto:


Leo se le calificó de egocéntrico pues siempre estaba ensimismado –primero YO y luego Yo-,  además, el llevar una sola canica confirmaba su egolatría, pues mínimo se necesitan dos canicas para fines lúdicos…


A Jorge se le calificó como un obsesionado por ensartar –balero- aunado a ello reflejaba su libertad y sabía aprovechar las circunstancias del municipio –porque en ese municipio hace mucho aire y los papalotes vuelan sin dificultad alguna-.


En esta primera ronda, según el veredicto de ese importante test, la victoria fue para Jorge.


Al cierre de esta edición se desarrollaba la partida de ajedrez.


Alberto Jorge puso sus mejores piezas en las casillas más importantes, Leo, por su parte, después de mover el peón central sacó a su rey hacia el centro del tablero –exponiendo prematuramente e innecesariamente al rey-.


El público observaba cada movimiento con nerviosismo. La tensión entre los jugadores se percibía en el ambiente.


De pronto, al recinto llegaron docenas de simpatizantes de Leo Zipper, con matracas, banderines y silbatos provocando algarabía. ¡Su porra era imponente!, pero olvidaban algo elemental: el ajedrez es un juego de concentración y agilidad mental. ¡Vitorear a uno de los candidatos no ayuda a ganar la partida!

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